Las personas que padecen problemas en la circulación de la sangre, pues esta se encuentra con vasos que han perdido la elasticidad, o han acumulado grasa en sus paredes, dificultando su tránsito, tienen síntomas bastante incómodos como calambre por las noches que muchas veces impiden conciliar el sueño, mareos, pesan las piernas, aparecen várices y celulitis; y las manos y los pies siempre están fríos. Los síntomas tienden a hacerse más severos durante las épocas cálidas.

Aunque existe un factor genético importante en este problema que condiciona su aparición, la dieta cumple un papel importante para contribuir a aliviarlo o empeorarlo.

Ante todo debe eliminarse o reducirse al mínimo indispensable el consumo de sal, e incluirse en la dieta abundante fibra y agua, té o jugos de frutas naturales. Para condimentar escoger canela, orégano o pimienta de cayena. Tratar de realizar ejercicios moderados de forma diaria y evitar el sobre peso.

Incorporar alimentos ricos en potasio, como por ejemplo, banana, contribuye a la eliminación del sodio, que provoca retención de líquidos.

Algunos alimentos son especialmente recomendados para esta dolencia, como ya vimos cuando nos ocupamos de las propiedades del pepino, del ajo, la cebolla, el morrón, las almendras, las semillas de calabaza, o la piña. Los aceites vegetales como el de oliva, maíz o soja son muy apropiados, no así el de coco.

No son recomendados los quesos, los lácteos en general, las aceitunas ni las conservas de todo tipo, por su alto contenido de sodio y además, las grasas en los lácteos. El aceite de oliva extra virgen es fundamental por su contenido en vitamina K.