El trigo burgol o bulgur, es una variedad de trigo, partido, machacado, precocido y secado, que se consigue a partir del trigo candeal, de uso tradicional en Oriente Medio, en las cocinas árabe y oriental, pero que ha comenzado a ser reconocido en occidente por sus propiedades saludables y su rico sabor y textura. Su color es blanquecino. Conserva parte de su cáscara y con ello mayores vitaminas y minerales.

Como cualquier trigo es muy abundante su contenido en hidratos de carbono, a lo que se añaden vitaminas, proteínas y antioxidantes.

Es un grano germinado muy rico en fibras, tanto solubles como insolubles, lo que favorece el tránsito intestinal pero además brinda saciedad.

Aporta energía, por lo cual es muy apreciado por los deportistas; ayuda a la salud mental y a la concentración, y se indica para quienes sufren de colesterol alto y diabetes, ya que controla el índice de glucosa.

Sus vitaminas más importantes son las del grupo B (B1, B2 y B 12) y como minerales contiene hierro, calcio y fósforo. Posee proteínas y poco contenido graso.

Se requiere para poder consumirlo remojo previo (una taza de trigo en tres de agua o caldo) alrededor de media hora, y luego se debe cocinar por diez minutos, no más. Puede servir de base para añadirle verduras, o hacer con él, croquetas o sopas, o platos más tradicionales como el tabuli.

Las propiedades de la avena ya han sido expuestas. Ahora nos concentraremos en uno de sus elementos, el salvado, que se obtiene de la molienda de los granos de avena, para hacer harina, y se separa de ella la cáscara, produciendo un alimento muy saludable que ayuda a controlar el peso corporal, reduciendo el apetito por contener pectina que es un absorbente intestinal y se hincha en contacto con el agua.

El salvado de avena, en cien gramos, aporta doscientos cincuenta calorías, pero se necesita comer solo treinta gramos diarios, para estar saludables. Puede consumirse en cualquier momento del día aunque es muy buena su incorporación en el desayuno.

Además de ser un gran aliado en nuestra dieta; aporta considerables nutrientes, como vitaminas del complejo B y proteínas. Su alto contenido en fibras evita el estreñimiento y nos depura, al ayudarnos en la eliminación de toxinas, contribuyendo a evitar el cáncer de colon.

Una de las grandes virtudes del salvado de avena es que beneficia a quienes padecen de colesterol alto, ya que ayuda en su reducción, y como consecuencia protege la salud cardiovascular.

Es un cereal muy digestivo, antiespasmódico, y evita la absorción de azúcares con lo cual también es recomendable para los diabéticos. Contiene también ácidos grasos esenciales.

Si bien su uso no se ha popularizado todavía como el del salvado de trigo, ha contribuido a que se transforme en conocido y requerido, la llamada “Dieta Dunkan”, que lo considera su alimento “estrella”.

No pueden consumir salvado de avena los celíacos, ni los que tienen enfermedad de Crohn o úlceras.

El salvado es la parte externa de la semilla de los cereales que contiene más fibra y nutrientes, y que se separa en el proceso de refinado.

El salvado de trigo contiene potasio, muy eficaz para la circulación, para regular la presión arterial y evitar calambres; hierro que combate y previene la anemia; fósforo y calcio, que ayudan al sistema óseo; y zinc, que favorece las defensas orgánicas y el crecimiento. Entre las vitaminas, prevalecen las del grupo B, que mejoran el estado anímico, la salud de la piel y la circulación aunque también tiene pequeñas cantidades de vitaminas E y K. Posee además proteínas e hidratos de carbono.

Se recomienda el consumo de salvado en dietas para adelgazar, ya que produce sensación de saciedad, y las fibras impiden la absorción de las grasas, aunque aporta calorías (en 100 gramos 273 calorías, pero recordar que se deben consumir diariamente no más de unos 30 gramos) y es muy útil en deportistas ya que brinda mucha energía y en pacientes que sufren artritis, migrañas, artrosis, gota, asma, hipertensión arterial, colesterol alto (porque contiene ácidos grasos insaturados) y diabetes. Evita el estreñimiento por la acción de sus fibras, depurando el cuerpo, y constituye una barrera para el desarrollo del cáncer de colon y la aparición de divertículos.

Al contener gluten, no es indicado para los celíacos y alérgicos, restringiéndose su ingesta para quienes padecen de colon irritable (especialmente en la fase de diarrea) mala absorción intestinal o úlceras.

Se puede el salvado de trigo a los caldos, galletas, panificados o mezclarlo con jugos, yogur o leche.

Dentro de las gramíneas, el sorgo es muy resistente al calor y a las sequías por lo cual es un cereal originario de zonas áridas tanto tropicales como subtropicales del este africano. Su cultivo se ha extendido a América, Europa y Asia, especialmente aprovechado en India y China.

Su grano, parecido al del maíz, se usa especialmente para el consumo animal, pero su uso en la alimentación humana, aunque aún es escaso en occidente, es también muy provechoso, en especial para los celíacos ya que no contiene gluten, aunque sí aporta suficientes proteínas, aunque no de alta calidad. Entre sus vitaminas contiene la E, y las del complejo B, lo que le confiere cualidades antioxidantes.

Consumir sorgo ayuda al metabolismo y a contrarrestar procesos diarreicos, ya que es astringente. Posee azúcares pero se liberan de forma lenta, y tiene la aptitud de poder absorber el azúcar refinado, por lo cual es útil en la dieta para diabéticos.

Es óptimo para proteger las mucosas, lo que lo convierte en aliado para contribuir a prevenir o aliviar afecciones del aparato respiratorio, especialmente si hay tos.

Aplicado externamente, en forma de cataplasmas, sirve para desinflamar. Tanto para usarlo en comidas como en cataplasmas, se deben primero hervir los granos, y luego si se quiere obtener harina, triturarlos. Otra forma de consumirlos es tostarlos, como si se tratara de palomitas de maíz. Se utiliza también para preparar bebidas alcohólicas, como cerveza.

Las partes tóxicas del sorgo no están en sus granos, por lo cual el riesgo es en el uso de pastos para la alimentación de animales.

Los cereales, nombre que procede de la diosa romana Ceres que los representaba, son básicos en nuestra alimentación, siendo de preferencia los integrales, que conservan sus vitaminas y minerales, contenidos en su corteza, los que conviene elegir para nuestras comidas. Se trata de frutos de plantas herbáceas llamadas gramíneas, que dentro contienen semillas, pero constituyen el fruto y la semilla una sola cosa. La semilla interna posee almidón, el germen las grasas insaturadas, mientras que en la cascarilla de salvado se alojan la vitamina B1 y la E. Estas dos últimas capas son las que se pierden en el refinado.

Los cereales tienen un alto contenido de fibras, lo que facilita el tránsito intestinal, evitando el estreñimiento; contribuyen a la regulación del azúcar en la sangre y nos brindan una gran cuota de energía, por su aporte de carbohidratos, en forma de almidón, de absorción lenta, y de grasas poliinsaturadas. Además nos brindan vitaminas y proteínas, proporcionando los aminoácidos esenciales, aunque en proporción menor y de otro tipo que las legumbres, por lo cual conviene combinarlos con ellas. Entre los minerales, los cereales contienen hierro, fósforo, selenio, zinc, cobre, calcio y magnesio. Su contenido en grasas es pobre, por lo cual se incluyen en dietas para bajar de peso. Tampoco contienen colesterol.

Entre los cereales podemos citar a la avena, el arroz, el salvado, el mijo, el sorgo, la cebada, el trigo, el maíz. Hay otras semillas, que no son de gramíneas, y que reciben el nombre de falsos cereales, como el amaranto y la quinoa, que a diferencia de los cereales verdaderos, no contienen gluten y por eso pueden consumirlos los celíacos.