Nadie duda de que son deliciosas, pero también son sanas. Se las conoce como frutillas o fresas. Tienen pocas calorías y por lo tanto no engordan. No contienen grasa, sodio ni colesterol. En 100 gramos hallamos, aproximadamente, 5 gramos de azúcar, 0,70 gramos de proteínas, y 10 gramos de carbohidratos.

Ocho frutillas medianas tienen más vitamina C que una naranja y cubren el 20 % del ácido fólico necesario por día, tan importante durante la etapa gestacional, y que es bueno que a las mujeres «se les antojen». Este contenido en vitamina C hace que sea más favorable la absorción orgánica del hierro, por lo cual es muy eficaz si se padece de cuadros de anemia. También tiene propiedades anticancerígenas y antioxidantes, porque contienen ácido elágico y ascórbico. Su aporte también es importantísimo en cuanro a vitamina A y betacarotenos.

Al poseer abundante fibra (aproximadamente 4 gramos por cada 150 gramos de fruta) mejora el tránsito intestinal, aliviando el estreñimiento y previniendo el cáncer de colon.

Combaten el ácido úrico, el reumatismo, trastornos hepáticos y del bazo, la gota, disuelven arenillas y cálculos, mejoran diarreas, tos, catarros, asma y producen depuración de la sangre, con efecto diurético. Prtegen al estómago de los efectos dañinos del alcohol.

Para que todas las propiedades se aprovechen se recomienda comerlas crudas, e inmediatamente; pues la cocción y el contacto con el aire les hace perder parte de sus atributos, especialmente la acción de la vitamina C.

Por contener potasio son muy estimadas por los deportistas y para eliminar calambres, pero están contraindicadas en la insuficiencia renal.

La pulpa de frutillas aplicada externamente en la piel, la limpia y purifica. No podemos afirmar como los antiguas romanos que eran capaces de curar desde la dentadura frágil hasta la gastritis, pero ayudan mucho a mantener una salud adecuada.