Disfrutar de unas vacaciones a orillas del mar nos hace bien, y eso lo sabemos todos (ya lo recomendaba el padre de la medicina, Hipócrates) ya que volvemos renovados, con más energía y relajados; siempre y cuando hayamos tenido la precaución de usar protector solar.

Sin embargo, salvo que vivamos en zonas marinas o tengamos suficiente tiempo y medios económicos para trasladarnos hasta allí, en general disfrutamos de esta relación con el agua de mar, una vez al año o menos. Es por ello que ha surgido un modo de llevar el agua de mar hasta nosotros, y eso se denomina talasoterapia, que usa agua de mar lejana a la orilla, lo que permite que esté en estado de mayor pureza, en ambientes que pretenden imitar las condiciones naturales, con el calor adecuado.

El agua de mar está integrada por compuestos que semejan el plasma de la sangre humana, lo que contribuye a compensar por ósmosis, las zonas del organismo que tienen poca sal con las que tienen muchas. Además de sodio, el agua de mar y la atmósfera marina, poseen yodo, vital para el buen funcionamiento tiroideo.

Las olas del mar actúan como un hidromasaje natural. El barro marino aplicado sobre la piel llega al organismo incorporando a él muchos minerales.

Los baños de mar, o en su defecto, la talasoterapia se indican para aquellas personas que sufren de estrés, depresión, problemas circulatorios, asma, acné, psoriasis, estrías y celulitis. Está contraindicado en casos de infecciones, hipertensión arterial, fiebre, problemas cardiológicos, embarazo o heridas dérmicas.

Se ha empleado el agua de mar, depurada, inyectándola por vía subcutánea para tratar diferentes enfermedades graves, basándose en los estudios efectuados por el biólogo francés, René Quinton (1866-1925).

El agua de mar no puede ser bebida por su alto contenido en sales, ya que provoca que el organismo se deshidrate. Algunos científicos sostienen sin embargo que agregar pequeñas dosis de agua de mar al agua dulce (no más de una parte por cada tres) , influiría positivamente en la salud humana.