A diferencia de otros seres vivos, los humanos no pueden producir vitamina C o ácido ascórbico, de modo natural, por lo cual es necesario incorporarla a través de la alimentación, de productos vegetales y frutas. Es igual que la vitamina B, hidrosoluble, por lo cual se elimina por orina en caso de exceder las necesidades orgánicas. Los alimentos de origen animal no contienen vitamina C. Son famosas las frutas cítricas por aportar esta vitamina, bastando con un vaso diario, pero otras frutas como las frutillas o el kivi, o vegetales como la guayaba, el brócoli, la calabaza, el perejil, el pimiento, el berro, las coles o espinacas, entre otros, también la contienen.

La vitamina C, acrecienta las defensas orgánicas, y es excelente para prevenir gripes y resfríos, y enfermedades cardiovasculares. Es esencial para la absorción del hierro presente en verduras, contribuye a la cicatrización de heridas y es antioxidante. Forma y conserva el colágeno y potencia la acción del calcio. Reduce el colesterol y ayuda a prevenir y combatir el cáncer. Agiliza el tracto intestinal, por lo cual se recomienda no consumir mucha cantidad en caso de padecer diarrea. Tampoco es recomendable en caso de cálculos renales o gota.

Son síntomas de la falta de esta vitamina, las hemorragias, nariz y encías que sangran, la anemia, la hipoglucemia, sensación de cansancio inmotivado y piel seca. Los marinos en sus viajes, sufrían en sus primeros y largos viajes por el mundo (especialmente durante la conquista del territorio americano) de una enfermedad llamada escorbuto, por la falta de consumo de frutas y verduras.

En cuanto a los jugos cítricos, es conveniente exprimirlos en casa, y tomarlos de inmediato, para que no pierdan sus propiedades.