La incorporación de la leche a la alimentación humana es objeto de discusión. Mientras algunos son fervientes defensores, otros laleche de vaca acusan de las más terribles calamidades.

Por supuesto, no hablamos de la lactancia materna, que no es discutible de ningún modo. Nos referimos a la ingesta de leche de origen animal.

Entre los argumentos detractores se la considera causante de enfermedades cardíacas, cáncer, artritis, migrañas y alergias.

Según esta posición, la leche fue creada, para alimentar a los animales jóvenes de las especies, para luego ser destetados. Salvo el hombre y los animales domésticos alimentados por el hombre, como perros o gatos, ningún animal toma leche de un miembro de otra especie.

La composición química de la leche de vaca es diferente a la leche humana.

Las enzimas necesarias para descomponer y digerir la leche son la renina y la lactasa, que en la mayoría de los seres humanos ya han desaparecido a los tres años.

En la leche de vaca hay trescientas veces más caseína que en la leche humana, para que puedan formarse huesos mucho más grandes.

En el estómago, la caseína se coagula, formando grandes copos densos y difíciles de digerir, adaptados al aparato digestivo de la vaca, que tiene cuatro estómagos.

Según el Dr. Norman Walker, la caseína es responsable de la aparción de problemas tiroideos.

Para los defensores del consumo de leche vacuna, ésta nos aporta calcio para los huesos, proteínas, cinc para el sistema inmunológico y el crecimiento en general, y algunas vitaminas del complejo B, entre ellas, ácido fólico y vitamina B12.