Alimentos adictivosSeguramente ante un manjar sabroso habrán sentido un deseo irrefrenable de seguir comiéndolo a pesar de que su hambre ya había sido saciada, y otras veces son tan solo unos pequeños snacks los que provocan tal constricción.

Como todo exceso es malo, hay que aprender a controlarse o evitar que tales alimentos estén a nuestro alcance, no comprándolos o pidiendo a nuestros conocidos que si los sirven en la mesa, los coloquen lejos de nosotros. A mí me sucede con el maní. Si lo veo en las góndolas no lo compro porque sé que no puedo parar de comerlos y termino en un atracón que me genera un enorme malestar; pero si está en la mesa, a mi alcance observacional y táctil, dudosamente no me lo lleve a mi boca.

Esto que a mí me sucede con el maní, a otros les ocurre con los chocolates o el café que son muy estimulantes, con los dulces en general que provocan relajación o con las patatas fritas que por su alto contenido en grasas y su activación del centro del placer es imposible dejar alguna en nuestro plato o en la bolsa que las contiene, etcétera. En el caso de las papas fritas, un estudio científico interesante realizado por investigadores de Italia y Estados Unidos reveló que cuando la lengua saborea una papa frita u otra materia grasa similar, el cerebro recibe el mensaje y lo envía al intestino que produce endocannabinoides, los que desencadenan esa compulsión a seguir comiéndolas.

Lo que ocurre es que estos alimentos contienen sustancias químicas que actúan sobre nuestros centros cerebrales, a la manera de una droga. Es cierto que incluso pueden reconfortarnos cuando estamos angustiados, pero esto dura solamente el tiempo en que los estamos degustando, pudiendo convertirse luego en una tremenda pesadilla para nuestra salud, ya que si se transforma en hábito, generan obesidad, hipercolesterolemia y diabetes tipo 2, entre otras patologías.