May
Residuos nucleares
La energía nuclear fue usada con fines bélicos durante la Segunda Guerra Mundial, en la fabricación de las bombas tan tristemente recordadas de Hiroshima y Nagasaki que terminaron con la guerra, enlutando al pueblo japonés. La fabricación de armas nucleares continuó durante la guerra fría, preparándose para la posibilidad de un enfrentamiento que finalmente, y por suerte, no ocurrió.
La energía nuclear transforma materia proveniente de los núcleos atómicos, ya sea por medio de la fusión nuclear, que parte de dos núcleos atómicos, para formar uno nuevo más pesado, como sucede en las bombas de hidrógeno, o por la fisión nuclear, donde se utilizan generalmente uranio y plutonio para dividir el núcleo en dos partes o más, produciendo una gran liberación energética radiactiva.
Con la finalización de las grandes guerras comenzó a usarse la energía nuclear con fines pacíficos, para uso en medicina, industrias y con fines de investigación, creándose centrales nucleares de gran aprovechamiento productivo de la energía, abaratamiento de costos y mejora ambiental, al no consumirse combustibles fósiles.
A pesar de estos beneficios existe un altísimo riesgo en la producción de energía nuclear y son los residuos, sobre todo de plutonio, que durante miles de años conservan su eficacia destructiva. Para quienes trabajan en estas plantas de energía el riesgo es muy alto, si no se toman precauciones: el cáncer, mutaciones genéticas, y esterilidad son algunas consecuencias de la exposición a la acción de esta energía, sin contar los graves accidentes que se han registrado en países como Ucrania (fue ejemplar el caso de Chernobyl en 1986 que dejó un saldo de 30 muertos), India, Estados Unidos y Gran Bretaña.
Muchas veces esos residuos son enterrados en los países subdesarrollados que no los producen, pero que por su dependencia de los países ricos, aceptan el riesgo a cambio de cooperación económica. Otro destino es el fondo de los Océanos.
El reactor nuclear debe ser refrigerado usándose agua caliente que se arroja a las aguas, provocando la muerte de gran parte de la fauna marina.
Se supone que previo tratamiento donde se formarían bloques previamente cocidos, deberían ser enterrados a por lo menos 4 km. de profundidad para no afectar la salud de la población, aunque no se sabe con certeza si igual producen efectos nocivos.
Hay muchos tratados internacionales sobre la materia, como el Convenio de Basilea de 1989, por el cual la generación de estos residuos debe reducirse a lo más mínimo posible, y su eliminación debe efectuarse en el lugar más cercano a aquel en que se haya generado. En Argentina, la Constitución Nacional tras la reforma de 1994, dispone en su artículo 41 la prohibición de ingreso al país de residuos peligrosos (con peligrosidad actual o potencial) y de los radiactivos. La reglamentación de esta disposición está contenida en la ley 24.051 y su decreto reglamentario.
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