La biodegradabilidad es la propiedad que poseen ciertos materiales de desaparecer por la acción de microorganismos (bacterias) que los utilizan para alimentarse, y por lo tanto no tener efectos contaminantes para el ambiente, si lo hacen en poco tiempo. Poseen sustancias químicas que predisponen a que sean descompuestos y luego metabolizados en forma rápida, pudiendo retornar a la naturaleza de manera provechosa.

El vidrio por ejemplo es un material que no se degrada, y el plástico puede tardar centenares de años. Las latas de aluminio también tardan en biodegradarse muchísimos años, y una simple colilla de cigarrillo, que muchos arrojan despreocupadamente puede tardar en desaparecer hasta una década.

Para proteger a nuestro hábitat se está trabajando, además del tema del reciclaje, que consiste en reutilizar estos productos que se descartan cuando pueden cumplir de nuevo su función, como ocurre con los envases de vidrio; en la fabricación de productos biodegradables, que se destruyen con mayor facilidad, por ejemplo, plásticos confeccionados con almidón de trigo, de maíz o de centeno, para reemplazar los actuales que se hacen a partir del petróleo.

Muchos productos que son biodegradables, lo informan en sus etiquetas, por lo que conviene comprarlos: detergentes que no contengan fosfatos, bolsas de residuos o de compras que si bien siguen estando hechas de derivados de petróleo se les adiciona un aditivo que las destruye en escaso tiempo, etcétera.