«No hay ninguna característica anatómica del ser humano que indique que estemos equipados para desgarrar y arrancar la carne para alimentarnos.

En cuanto seres humanos, no estamos ni siquiera psicológicamente preparados para comer carne. ¿Alguna vez os habéis paseado por una zona boscosa llenando los pulmones de aire fresco mientras escuchabais cantar a los pájaros?…Tal vez hubo un momento en que una ardilla se os cruzó fugazmente en el camino ¿Cuál fue vuestra primera reacción? ¿Saltar sobre ella para atraparla, desgarrarla con los dientes y engullirla con sangre, tripas, piel, huesos y todo? ¿O pensaste que era un gracioso animalito?. Muchas veces pienso cuántos más vegetarianos habría si cuando la gente quisiera comerse un bistec tuviera que salir a matar un ciervo indefenso, trocearlo y abrirse paso entre la sangre y las vísceras para cortarse el trozo que desea.

Los niños son la verdadera prueba. Poned un niño pequeño en unconejitos parque de juegos, con una manzana y un conejito. Si el niño se come el conejo y se pone a jugar con la manzana, pedidme lo que queráis».

Estos pensamientos, que por cierto comparto, fueron extraídos del libro La Anti-dieta de Harvey y Marilyn Diamond, y están tan bien expresados, que me sentí identificada con lo que siempre sentí, que quise compartirlos. Yo tuve la oportunidad de tener como amigo, de niña, a un conejito. No hay nada más tierno, hermoso e indefenso como ese animalito. Realmente no me entra en mi cabeza como alguien puede considerarse Dios para matarlo. Seguramente si fuera propio no lo harían pues es difícil no encariñarse con ellos ¿o lo harían igual?. Lo mismo puede decirse de los cerdos ¿O no nos enamoramos todos de Babe, el cerdito de la película?, ¿Puede uno no hacerse vegetariano después de ver «Pollitos en fuga»? Parece que sí, lloran en el cine y luego se comen un plato de carne de esos animales. Contradictorio ¿No?.