Los aditivos son sustancias que utiliza la industria alimenticia para agregarle a los alimentos, en forma intencional y en pequeñas proporciones, sabor, color, aroma, consistencia o para que se conserven por mayor tiempo, sin que contengan ningún nutriente.

Según la Organización Mundial de la Salud existen más de 5.000 aditivos, algunos permitidos en ciertas cantidades (no debe sobrepasarse el máximo) y otros prohibidos. Pueden ser naturales, como por ejemplo la curcumina, extraída de los tallos y raíces de la cúrcuma que otorga color amarillo; o artificiales.

Algunos aditivos se cree que podrían favorecer el desarrollo de cánceres, como por ejemplo, el rojo amaranto que da color a helados y otros postres, además de que al provocar la liberación de histamina no se recomienda para quienes padecen de asma. El ácido bórico que se usa para la conservación de alimentos, por ejemplo, los enlatados, ataca el sistema nervioso. El gluconato sódico, que se usa en los caldos concentrados para darles mayor sabor, si se usa en exceso, puede traer consecuencias indeseadas: mareos, dolor de cabeza y palpitaciones.

Se recomienda leer las etiquetas de los productos, y preferir aquellos libres de aditivos, pues muchos de los que hoy están prohibidos en otras épocas se permitieron, cuando se comprobaron sus efectos nocivos, por ejemplo el ciclamato, que es un edulcorante artificial, que fue prohibido en 1969 por favorecer ciertos cánceres.

Como las prohibiciones se establecen por países, en la Unión Europea se propuso crear un listado único para los países de la Unión, que sería bueno fuera a nivel mundial.

Otras veces, los alimentos vienen con agregados que no fueron incorporados intencionalmente, sino que se transfirieron al alimento estando reservados para otros fines, como los insecticidas y plaguicidas.