naboEs una hortaliza propia de los climas templados o fríos, de uso antiquísimo, muy empleado en Grecia y Roma antiguas, de sabor dulce, que posee un alto contenido de azufre, y que por lo tanto actúa como antioxidante. Fue reemplazada por la papa, cuando ésta fue traída a Europa desde el continente americano, luego del descubrimiento del nuevo continente.

Seleccionar los nabos medianos o pequeños, no lo demasiado grandes (estos se emplean para la alimentación del ganado) y su exterior debe ser liso, blanco, amarillento o violáceo.

Su mayor aporte nutricional está dado por el azufre, potasio, yodo, folatos y fósforo. Su mayor proporción (90 %) es agua, por lo que es excelente diurético. Es buen digestivo por su contenido de fibra, previniendo el cáncer de colon (2,8 gr. por cada 100 grs.). Entre las vitaminas, predomina la C. Las hojas del nabo proveen proteínas, fibras, calcio, betacaroteno y folatos. Esta última vitamina es esencial en el embarazo, para el desarrollo neurológico del bebé, y en los primeros años de vida.

Es recomendable para personas que sufren de diabetes, hipertensión, gota, estreñimiento, colesterol, y su caldo es muy bueno para la bronquitis. El jugo de nabo es apropiado como coagulante. Contraindicaciones: Producen flatulencias y están prohibidos para los hipotiroideos, pues dificultan la absorción de yodo por la tiroides. También los propensos a formar cálculos en los riñones deben consumir los nabos en dosis muy reducidas ya que poseen ácido oxálico que predispone a su formación.

Son muy ricos hervidos, en sopas, con arroz, en puré o en guisos. Para cocinarlos, se pueden pelar o lavar bien la cáscara y hervirlos con ella, y con sus hojas, para que sean más nutritivos. Pueden consumirse crudos, pero su sabor es un poco fuerte, y no es aceptado por todos los paladares (Se parece al repollo). Los nabos hervidos pueden ser aplicados como cataplasma con buen resultado antiinflamatorio, y para curar sabañones.