El calentamiento global y el efecto invernadero, entre sus consecuencias produjo el derretimiento de los glaciares, especialmente en el Polo Norte, por el aire que ahora es más cálido y por el calor de las aguas que van derritiendo el hielo al tocarlo (21, 9 giga toneladas por año, lo que hace que cada diez años haya un 8 % menos de hielo, aproximadamente) mientras en el Polo Sur es de 14,5 giga toneladas en el mismo período de tiempo, lo que es una señal de alarma pues esto ocasiona que los mares aumenten su caudal, con el consiguiente riesgo de inundaciones de zonas costeras.

Otra consecuencia nefasta es que aumentará aún más la temperatura del planeta en general, pues el hielo impide la absorción de los rayos solares por la superficie terrestre, pero esta función no podrán cumplirla si desaparecen, poniendo en peligro la vida humana, animal y vegetal en su totalidad.

A modo de ejemplo, los glaciares argentinos en la última década, se redujeron en una cifra que supera los treinta y cinco metros, según el informe de PNUMA (programa para proteger el medio ambiente de la ONU), lo que determina un serio riesgo de inundación con efectos irreversibles, para la zona comprendida entre Rosario y La Plata, incluyendo la costa de la Capital Federal.

Disminuir la cantidad de gases que la actividad humana genera, y envía a la atmósfera como contaminante, es una responsabilidad de todos, y especialmente de los gobiernos de los países industrializados que deben hacer de la cuestión ambiental un tema de política de Estado.