Si bien los alimentos orgánicos presentan la gran desventaja de ser muy caros cuando no los cultivamos nosotros mismos, ya que no todos contamos con el espacio físico y/o el tiempo para hacer nuestra propia quinta; y debemos recurrir a comprarlos, presentan muchas ventajas, que de ser posible, conviene hacer el esfuerzo, e invertir parte de nuestro presupuesto en su adquisición.

Fundamentalmente cuando hablamos de alimentos orgánicos no referimos a aquellos que se hallan libres de agroquímicos, no son genéticamente modificados y se han cuidado en su producción los recursos medioambientales. La tierra, el agua y el aire no resultan degradados. Sin embargo cultivar en forma orgánica requiere de un cuidado más particular, los productos se deterioran más rápidamente, y son más susceptibles a ser atacados por plagas y por hierbas invasivas, al no usarse productos que las repelan. Su vida útil es menor, y por ello no resisten ser trasladados a grandes distancias.

Al no usarse fungicidas, pesticidas, abonos químicos, herbicidas ni tampoco transgénicos las plantas se desarrollan de modo natural, respetando sus tiempos y ciclos, conservando las vitaminas y minerales naturales, y no albergando en su composición productos tóxicos para el organismo. En este último aspecto es donde radica su mayor propiedad, ya que si bien las verduras y frutas ayudan a prevenir muchas enfermedades y preservan con sus antioxidantes nuestros tejidos, si están cargadas de pesticidas, ellas tienen un efecto contraproducente, generando no solo alergias sino potencialmente enfermedades graves.

Cuando consumimos productos orgánicos nos aseguramos de que el color, la textura y el sabor responden a su propia esencia y no a químicos añadidos.