no tabacoEl tabaco se extrae de una planta, por lo cual aquí la denuncia sobre su consumo no está referido a la matanza animal, sino que las consecuencias perjudiciales para la salud se producen a posteriori de su consumo y pueden ocasionar la muerte del fumador o de las personas que comparte su entorno.

Las hojas de tabaco, planta originaria de América, conocida por los europeos luego de la conquista, contienen una sustancia alcaloide, llamada nicotina, que produce alteraciones en el sistema nervioso central y dependencia psico-física. El fumador se convierte en rehén del cigarrillo y no puede abandonarlo. Las mujeres embarazadas pueden ocasionar al feto trastornos neurológicos o pulmonares graves, y sin embargo, no pueden dejarlo pues es dueño de sus vidas y determinará la de sus hijos.

Provoca trastornos cardíacos y pulmonares, en éste caso tan graves que desembocan en cáncer de pulmón por la combustión en donde se liberan sustancias químicas nocivas.

Si bien las tabacaleras dan trabajo a las personas que allí se desempeñan y el estado recauda dinero en concepto de impuestos, ni aún económicamente, aunque por supuesto esto estaría reñido con la ética, podría justificarse su consumo, ya que los gastos que demanda al estado la atención de la salud de los fumadores, excede con creces los beneficios obtenidos.

Varios países del mundo están tomando conciencia de esta situación prohibiendo el consumo de cigarrillos en lugares públicos, aunque muchas víctimas de este mal, prefieran seguir deteriorando su salud, aunque la palabra «preferir» está mal empleada, ya que ellos ya no pueden decidir sobre el tema, el cigarrillo se ha apoderado de su voluntad.

Existen instituciones y planes para dejar de fumar, que si bien son difíciles de alcanzar el fin propuesto, como en todas las adicciones, vale la pena intentarlo, ya que la vida propia y la ajena lo merecen.

Y a los que todavía no adquirieron el vicio, gasten el dinero en cosas sanas. El cigarrillo no provoca placer, sólo es sinónimo de muerte.