Durante mucho tiempo las pastas fueron consideradas un alimento que engordaba, que no aportaba vitaminas ni proteínas, y que por ende, debía eliminarse de la dieta, pues su consumo solo traía perjuicios. Pan, papas y pastas eran las tres “p” que debían excluirse de las dietas saludables para adelgazar. Hoy sabemos que los tres son alimentos muy útiles e irreemplazables, y que lo que engorda en las pastas es especialmente si las acompañamos con salsas, salvo que éstas sean muy livianas, como un filetto. No es verdad que no contengan vitaminas, pues tienen vitamina B y E.

Los carbohidratos que aportan las pastas otorgan energía al organismo; por lo tanto no deben faltar en aquellos que practican gran actividad física. Pero también los sedentarios, que realizan tareas intelectuales, necesitan de un hidrato de carbono llamado glucosa para que le dé al cerebro el combustible necesario para funcionar.

Si bien hay otras fuentes de energía, por ejemplo las aportadas por los azúcares, la ventaja de las pastas secas es que son de digestión lenta, y por ello sus aportes se mantienen durante muchísimo más tiempo, pues la energía se va liberando en forma paulatina. Brindan además, saciedad, lo que hace que no se necesite incorporar otros productos que podrían ser ricos en grasas.

Son buena fuente de fibra lo que posibilita un tracto intestinal adecuado.

También y esto no es nada despreciable, es que son muy sabrosas, y permiten combinarse con otros nutrientes que complementan su función nutricional. Podemos añadirles tomates, nueces picadas, cebollas, trocitos de tofu, brócoli (sin necesidad de freír esos ingredientes complementarios) y todo lo que nuestra imaginación nos permita, para hacer un plato completísimo, y además, económico.