Azúcar refinado y cáncerEs casi imposible encontrar alguna persona a la que no le guste el azúcar refinado, pero ser goloso tiene un alto riesgo por el que pagamos un precio demasiado elevado. No se trata de erradicar el consumo de azúcar refinada, pues en ocasiones nos levanta el ánimo, nos sube la presión o nos da alguna cuota de energía extra, además que es un placer saborearla y no debemos privarnos de ello, ni volvernos obsesivos al punto de reprimir todos nuestros deseos alimenticios; pero eso sí, solo consumirla en poca cantidad y de vez en cuándo: un caramelo, una porción de torta, un té con azúcar, no hacen mal si es una vez o dos a la semana y no se excede de las tres cucharaditas (salvo en el caso de padecer diabetes, donde el azúcar está prohibida).

El azúcar refinado que no nos aporta nutrientes, pues los ha perdido todos en el proceso de refinado, brindándonos solo calorías. El azúcar blanco no solamente está en los sobrecitos o en los paquetes que compramos para endulzar nuestros alimentos, sino que muchos de ellos, ya elaborados (yogures, mermeladas, jugos, gaseosas, panes, postres, helados, galletas, etcétera) la contienen en forma muy abundante.

Una de las peores consecuencias del consumo habitual y excesivo de azúcar blanca, es que nos quita las defensas, nos roba nutrientes para lograr que nuestro cuerpo la asimile, predisponiéndonos a enfermarnos; altera nuestro metabolismo, y constituye el elemento vital de una de las patologías más temibles: el cáncer, ya que las células cancerígenas necesitan mucha más glucosa que las células normales. Con azúcar los tumores crecen y se multiplican, y las posibilidades de contraer cáncer o de que éste se desarrolle son mucho mayores.