Los árboles son vitales para que el ambiente conserve su pureza. El aire que respiramos no se limpiaría sin estos amigos verdes que nos regalan además de su porte, sus frutos en algunos casos, su hermosura y su sombra; su labor de limpieza, al cambiar las impurezas por oxígeno, y nosotros les devolvemos sus favores, sacrificándolos y condenándonos a sufrir daños ambientales muy difíciles de reparar. Son, además el lugar donde los pajaritos construyen sus nidos y donde los aguaceros, vientos e inundaciones, no son tan intensos. Previenen, también la erosión de los suelos.

Tomar conciencia es la primera tarea. Muchas personas cortan las raíces de los árboles para que no dañen sus veredas, y con ello crean un riesgo considerable, ya que los árboles grandes, tienen raíces poderosas porque las necesitan de sostén, y al cortarlas es probable que puedan caerse en alguna tormenta, con el consiguiente riesgo para seres vivos y propiedades.

Hacer fogatas en bosques puede provocar incendios forestales, y especialmente debemos oponernos a la tala indiscriminada, que con fines industriales y comerciales, y por codicia, son una grave amenaza para el ecosistema: un mundo sin árboles se secará, y se convertirá en un desierto. Aprovechemos de su madera, pero todo con límites, de modo racional y humano.